miércoles, 3 de septiembre de 2014

EL COCHE DEL VECINO

Le corroía la envidia, era un triunfador, tenía todo lo que podía desear, pero siempre ansiaba tener lo de los demás, su esposa era una buena mujer, su casa, de las mejores de la urbanización, sus coches, los más flamantes, pero aún así, no era feliz, ese vecino que tanto sonreía…, tenía algo que él ansiaba y de lo que carecía, una familia, un cadillac, era superior a sus fuerzas, lo detestaba. De joven siempre había querido un coche como ese, era un ejemplar muy difícil de encontrar, y cada vez que lo veía, el rencor se le subía a la cabeza. Su mujer le conocía bien, sabia del deseo de su marido, y callaba cuando el vecino aparcaba su enorme coche a la puerta de la casa de enfrente. Al llegar un día del trabajo vio como su mujer, que mantenía estrechas y amigables relaciones con los vecinos, se encontraba con el hombre tan detestado por él, charlaban animadamente y ella, incluso reía, ¿Cuánto hacía que no reía con él?, ¡esto era demasiado! Sintió que la sangre le subía a la cabeza, no veía nada, aparte de su mujer hablando con el vecino, y el cadillac entre los dos a la puerta de ¡su propia casa! Esa noche, sin dejar de pensar en los celos que le arrebataban el alma y le cegaban, se dirigió al jardín para fumar un cigarrillo. Allí seguía el cadillac, impecable, su carrocería brillaba de un azul metalizado a la luz de una farola, fue al garaje, cogió unos botes de pintura que habían quedado de la última vez que se dio un repaso a la casa, unas herramientas y un cuchillo afilado. Se encaminó impertérrito al cadillac que parecía provocarle a la puerta de su propia casa, pinchó las ruedas, hirió con un rastrillo la lustrosa carrocería y le dio unas manos de pintura a los cristales, limpios como los chorros del oro. Satisfecho volvió al garaje, dejó las herramientas y regresó a la alcoba dando las buenas noches a su mujer, más al poco rato, ya estaba dudando de su fidelidad, esa noche no durmió bien. A la mañana siguiente, su esposa le recibió con una felicitación, era su aniversario de bodas, él lo había olvidado por completo, allí afuera le esperaba una sorpresa, los dos salieron a la calle. El cadillac destrozado era su regalo, su mujer se lo había comprado en secreto al vecino, ella miraba espantada, pero no más su marido, el deplorable panorama.