Dijo el caballo al asno.
¡Déjame pasar y obedece a tu superior!
Yo conduzco reyes, generales,
y en las batallas soy el triunfador,
me erigen estatuas,
y me engarzan con esplendor,
¡Quítate de mi camino, asno cabezón!
El asno humilde, con sencillez le replicó,
yo no soy hermoso,
ni mi porte luce con fulgor,
pero sobre mi lomo subieron la Virgen y Nuestro Señor,
no ganaron batallas,
pues eran portadores de la paz y el amor,
y esos que te montan hincan la rodilla en su honor.
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